La República Autárquica de La Lagareta sigue su plan de expansión a orillas del Duero. Son 47 los pobladores censados en las yermas laderas del bajo Jaramiel. Una población sin panzas ni tresmileuristas que se nutre a base de pan, vino y f*cking lechazos transgénero.
Su peculiar arquitectura a base de piedra caliza, vigas de olmo y bodegas subterráneas adornan un paisaje sobrio con pequeños oasis de quejigos y frutales. Es en julio, precisamente, cuando se cumplen cinco años de la expulsión de los pobladores rifeñoraudenses que intentaron colonizar la zona. Es uno de los pocos reductos en un radio de 100 kms que sobrevive sin tiendas de alimentación halal, personas con tatuajes de frases de canción indie estilo handpoke y placas solares. Étnicamente son una mezcla entre celtas, íberos, y pinceladas nórdicas de aquellos migrantes que empezaron a sustituir sus vacaciones de verano en Benidorm por Villaco. Son tres los idiomas oficiales: español, inglés y python.
Multiples son las actividades de ocio que se alternan con las rigurosas horas de jornada laboral qué día a día se echan en los majuelos del pueblo-estado. Desde el tanguillo en su versión Kings League donde el piezo de tira con los ojos cerrados, el Polo a montado en burro y con una azada que golpea chistos o los 200 metros alambres donde se suben y bajan los mismos en función del vigor de la viña.
Una sociedad que avanza, apartados del sistema democrático del estado español donde la autosuficiencia impera tomando como ejemplo la vida y ocio de los monjes cistercienses que poblaron estas mismas tierras cientos de años atrás.
Continuará