La verdad siempre vence

No es la primera vez que se dice por aquí: Berlín no es tan diferente a San Tirito.

Como concepto lo han trabajado bastante bien los teutones. Un rincón gris lleno de chatarra industrial donde puñados de alternativos juegan a buscarse la vida mezclando conceptos que son más viejos que la orilla del río Duero.

Aquí el atrezzo son viejos aperos de labranza y modestas paredes sin enfoscar que durante unas horas se convierten en el epicentro mundial de la transgresión en el mundo del vino. Lo llamamos "transgresión" porque decir "un sector que lleva décadas sin reciclarse en el que a poco que sacudes el polvo sale brillo" quedaba muy largo.

Una edición más - y se va mejorando - donde gente cansada de garitos decorados con falsas hojas de palmera y caros desayunos bien ordenados para la foto, no fingen que se lo pasan bien porque se lo pasan bien de verdad.

Se sirvió vino del carral y del depósito siemprelleno; de desnudas botellas recién fermentadas y sin filtrar; alguna bota voló tiñendo empatenadas camisetas; se vaciaron Magnums y Nabucodonosor.

Se hizo el bien, se bebió vino.