En la radio local, una pequeña agencia de viajes regentada por un tipo afable y buenazo con excesivos dejes de comercial de corbata horrible, publicita a viva voz sus paquetes vacacionales de fin de semana para turistas: Marrakech en avión y excursión al desierto; los túneles del Terror de la guerra de Vietnam; Tanzania al completo; Laponia aventura ártica.
Para unos es rutina, para otros exótico.
Parejas cincuentonas afiliadas al CSIF se embuten en sus pantalones a estrenar del Decathlon y ponen rumbo a estos lugares para desconectar y contar sus chanzas en el claustro de profesores. Desayunan una ingesta equivalente a pasarse diez días de ayuno para llegar a la meta: 8.000 pasos recomendados.
Pagáis por visitar un campo de concentración en Polonia en pleno mes de noviembre y por haceros la cena en un taller de cocina, no vais a pagar por beber vino y comer panceta. Todo es comercializable. Hay gente que paga por qué la echen cera hirviendo por el pecho mientras le escupen a la cara.
Hemos sacado unos cursillos para sarmentar estos meses de invierno. Y ya han sido cuatro las personas que lo han aquirido. Histórico.