Roscón de Reyes

He quedado para merendar.

Voy a comerme una tajada de sandía con la dama del perrito.

Ya está aquí. Me arrastro hasta la puerta para recibirla. Me deslizo desde la azotea hasta el sótano para ir a buscar un poco de champán.

Quiero ojear el periódico, bizquear mientras saboreo su prosa.

Lo abro lentamente, despacio, de manera simétrica, al mismo ritmo derecha e izquierda, ambos brazos separan las páginas y despliegan la actualidad que florece como un capullo solo para mí.

Ahí está. La fotografía de una gran encina frondosa y joven, llena de vida y de la cuál brota el perfume del pecado.

Ante mis ojos. La línea de las grapas que la parte en dos y se convierte en una rizada y azabache mariposa que aletea en frente de mi nariz.

Humedezco mis dedos para seguir las líneas y pasar las páginas, leer es un vicio.

Me zambullo como un chancho buscando la ansiada trufa. La encuentro y se abre para mí, hinchada y palpitante. Huele a tierra húmeda. El rocío lo está mojando todo.

Ya no lamo mis dedos para seguir ojeando el periódico, la propia tinta de la publicación me hidrata la punta de mis falanges, que ya están arrugadas y brillantes y hace todo el trabajo por mí.

Las carillas de sucesos me inundan los ojos, todo son exclusivas dentro de mi boca en la que se mueve la lengua armoniosamente mientras leo los titulares. El periodismo me nubla la cabeza, le falta sangre.

La dama del perrito aparece en la contra portada, su foto pone fin a la lectura.

La dama del perrito me ha dibujado una sonrisa de almíbar en la boca. Me relamo.

Estoy listo para escribir un artículo para el periódico. Saco mi pluma del estuche y la descubro.

Fuertes embestidas contra el papel consiguen una crónica impía en forma de relato sobre la merienda. Tras el punto y final la pluma estalla por accidente sobre el vestido de la dama del perrito. Su barriga es un manantial de tinta. Su ombligo es el pozo de mi esencia.

Se acabó. Ya no soy un columnista. Ahora soy pintor. El periódico es un lienzo y yo soy Jackson Pollock sacudiendo el pincel.

Firmo el cuadro y me visto.