Vino y perdices frías

Hace casi trece años que se conocieron.

Él tenía 17 y ella 18. Ambos tenían una vida por delante, proyectos e ilusiones. Se casaron hace once años. Tuvieron a su hija hace casi doce años. Tuvieron que dejar sus proyectos para construir mantener y construir los cambios que la vida les había volcado encima. Se buscaron trabajos y hogar en la ciudad y fueron tirando.

Hace unos diez años que se hundió el mercado y decidieron irse al campo a buscarse la vida, trabajar humildemente y tomar aire. Ella se dedicaba a su hija, al hogar y a su marido. Él encontró trabajo bien remunerado en una bodega, podían pagar casa, manutención y ahorrar un poco al final de cada mes.

Se querían, a pesar de los cambios que se habían causado mutuamente. Él se despertaba por la mañana, ponía agua a hervir para el café, cocía huevos, freía un poco de panceta con tocino y tostaba pan. Él le llevaba el café a la cama a ella y la esperaba para desayunar. Se le dilataban las pupilas cuando la veía entrar por la cocina, morena, con su piel aceituna, los brillos cetrinos de los primeros rayos del día acariciándole los pelos brillantes de los brazos, sus labios morados perfilados en rasgados pliegues azules, el pelo caoba que le caía por los ojos cansados. Se daban un beso y se despedían hasta la hora de comer.

Ella ocupaba su tiempo por completo en su hija y en la casa durante toda la mañana. Comían, recogían lo de la comida y dormían un rato. Luego al despertar tomaban café, se vestían y paseaban por el pueblo empujando el carro de la niña cogidos de la mano.

Ahora él ya no hace café. Desayuna en el bar. Ella no madruga. No se despiden con un beso. Él come en el trabajo. Su hija va al colegio. Ya no pasean. Ella está sola todo el día encerrada en casa. Él vuelve cuando ya es de noche.

Ella ya no se acuerda si se casó enamorada. Él sabe que se casó enamorado, pero no de ella. Queda un año para que él tenga una aventura con una compañera de trabajo. Quedan dos años para que se divorcien y ella se vaya a vivir a la ciudad. Quedan tres años para que ella se case con un dentista y tenga otro hijo. Quedan cuatro años para que él se suicide.

Jim Rio