Se acabó el mundo cuando se vaciaron los pueblos y cuando se frenó el negocio de la remolacha.
Un día, no es algo nuevo, los majuelos se arrancaron. Y se volvieron a plantar, con espalderas, cambiando el paisaje y dando menos dolores al riñón.
También se acabó el mundo esa vez. Y hoy y mañana.
De todo se sale. Mejor o pero pero de todo se sale. Como también salen los marroquíes que han abierto un colmado en un pueblo donde ni sus vecinos creyeron en él. Con menos recursos materiales, más cargas familiares y un puñado más de miradas de desprecio a sus espaldas.
Levántate y lucha. Otro vino es posible.