Joan Pradells
La nueva viticultura son sentadillas, press de banca y flexiones hasta que reviente el pecho. Poco futuro tiene en el día a día una dieta estricta a base de paquete de Camel y un donuts glaseado para almorzar. Los seniors que gripaban a los cincuenta palos, son hoy disciplinados peregrinos acudiendo a sus clases de spinning diarias. La evolución va intrínseca en un mundo cambiante; como lo es el mundo del vino. Un mundo al que se le agota la batería, los viejos hábitos y apura sus límites de consumo a cheat meals organizados entre el viernes y domingo. Encuentros sociales esporádicos que mantienen vivo un sector que ve como la llama se apaga poco a poco. Un mercado que cuelga aquellos aperos que sirvieron para fermentar mostos, vestir botellas o limpiar barricas en el neo top manta conocido como Wallapop. Prozis no tiene pinta de que saque una nueva gama de brownies proteicos a base de uva verdejo, tampoco se ve en lontananza que Andoni Fitness transforme una vieja cooperativa construida sobre depósitos de hormigón en un olimpo de la hipertrofia. En pie quedarán vestigios, como vasijas de barro visigodas, que formarán parte del ideario colectivo donde un día hubo algo. En el mismo lugar donde hubo miseria y bonanza; depresión y alegría; simpleza y profundidad; se ha edificado nuestra filosofía. Una filosofía que como la de aquellos griegos mazadísimos poco a poco fue rindiendo pleitesía ante un mundo que lo margina.