La casa del practicante que cerró hace treinta años es ahora combustible para seguir alimentando el fenómeno wallapop. Un top manta de aperos, cartas y muebles carcomidos que habitaron desvanes serán fuente de ingreso de un puñado de tratantes.
Los hogares que fueron bendecidos por herencia romana en formato gloria aguardan a que nuevos inquilinos se atrevan a soltar más de 150k para pagar arreglos y papeles en localidades sin infraestructuras ni servicios. Entre medias, familias dejan en el limbo majuelos, lagares o bodegas a falta de consenso para su reparto. "No me pide pan por eso no vendo".
Aún con esas, un puñado de veces al año los vasos se siguen llenando de vino; los carrales fermentan; las mesas se cubren de migas de pan; los níscalos se cortan. Siempre vuelve a salir el sol después de la tormenta.