Una vez pasada la fiebre "España Vaciada" y el chorreo de ayudas fake vertidas en forma de Next Generation la realidad sigue sacudiendo los pueblos. Cada día estira la pata un jubilado más, se cierra una casa y aflora otra disputa familiar. Entre tanto baiben alguna vivienda es comprada por los primos de tez olivastra venidos de Plovdiv, Petrovo o Borovets. Estos trabajan las viñas, sacan patatas o regentan alguna tiendecita variada de alimentación en formato todo en un uno.
Nos olvidamos de los madrileños que salen expulsados de su hábitat y ecosistema año tras año. Cansados de una vida de trajín e ida y vuelta. Son llamados por la sombra de Baco para menear copas el fin de semana, prender lumbres en casas rurales o comer chuletillas con bastante poco arte. Podrían ser más aquellos los que dejan su ciudad de origen por pueblos del alfoz. Imagínate. Renegados de Big4 alquilando pisos en Peñafiel o Quintanilla, echando las mañanas embotellando o subiendo alambres. Una experiencia depuradora de carácter estacional. Son los pumas, nuestros mejores aliados para dar vida estos meses a la zona. Más allá de plantarse en el bar a tomar rondas.
Como aquella pancarta dando la bienvenida a los refugiados en Cibeles, ahora en estos tiempos y como muestra de solidaridad, es nuestro deber poner una lona grandísima en algún majuelo que grite: Welcome Madrileños.